miércoles, 3 de abril de 2013

primeros ensayos

La puerta del gimnasio, en la calle Gonzalo Ramírez. Allí donde se ve el reflejo sucede la acción,  se dispara una historia de amistad entre dos hombres. Es un sótano, un underground, el tipo de lugares que le gustan a tipos como Alberto. Allí conocerán también las canciones y los dichos de John Jairo, un muchacho que vino del campo, que antes trabajaba en la barraca de enfrente y ahora está ahí, en un gimnasio que se ha vuelto teatro y han colgado un cartel que dice Centro Cultural H.Bosch.
El viejo boxeador en el espejo, a la deriva entre sus palabras y las de otro, un otro que es él mismo: un tal Alberto. ¿Quién es Alberto? ¿Un falso profesor de aerobic? ¿Un personaje que no quiere hablar del pasado? ¿Un actor que sigue resistiendo, sea cual sea el escenario? 
John Jairo espera a que llegue la pendeja. Dice que se va a casar con ella, que van a ser felices.  De la espera salen las canciones y salen también otros dolores, no menos pequeños. 
Antes del box, antes del juego, antes del desenlace, antes de que suceda lo irremediable, antes de la inevitable poética de dos cuerpos imperfectos preparándose para una boda imposible. Ella no vendrá, dice Alberto. No importa que ella no venga, tiene más que claro John Jairo. Lo importante es saber que existe al menos la fantasía.

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